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El Dinero No Motiva (y el látigo tampoco)

Las claves para la motivación de un equipo de trabajo

“¿Cómo motivamos a las personas?” Todo profesional con responsabilidad de liderazgo se lo ha preguntado alguna vez.

En mis charlas sobre El Futuro del Trabajo, siempre aparece el gerente bromista y ansioso que responde a la pregunta gritando: “¡con el látigo!”. El resto de la audiencia suele reírse… ellos prefieren azotar, pero con el mat de yoga. Algo un poco más suave, ¿no?

Volviendo a lo serio: esa idea de “con el látigo” tiene su origen en un enfoque antiguo que Frederick Herzberg, el psicólogo detrás de la teoría de la Motivación e Higiene, denominó KITA (kick in the ass). Sí, lo leíste bien: "patada en el traste", diríamos en criollo.

En los días en que el KITA “físico” era la norma, se creía que una buena patada resolvía el tema de la motivación. Claro, en esos tiempos nadie te la devolvía. Hoy en día, si le das un KITA a un trabajador, no solo te la devuelve, sino que además te deja buscando un nuevo trabajo en LinkedIn. Así que, en lugar de patadas, muchos han reemplazado el KITA “físico” por el “látigo psicológico”: usan frases más elegantes pero igual de peligrosas, como: “ahí está la puerta si no te gusta” o “no sé dónde vas a conseguir trabajo con esa actitud”. No dejan marcas visibles, pero igual se ganan el odio eterno de sus equipos… y encima lo empeoran organizando un team building un sábado a las 7 de la mañana, con clase de mindfulness incluida.

Mientras tanto, lo que los colaboradores realmente necesitan es tener un propósito claro, un jefe que los escuche o, simplemente, poder desconectar durante el fin de semana.

KITA disfrazado de Bono

Con los bonos y premios pasa lo mismo: puede que no empujen, pero sí atraen. Aunque la "zanahoria" parezca más amigable que la patada, sigue siendo un KITA disfrazado. El trabajador corre hacia el incentivo, pero no porque realmente lo quiera o lo motive, sino porque es la única forma de obtener lo que le prometieron.

El movimiento no es motivación

El KITA, en cualquiera de sus formas, solo logra una cosa: movimiento. Las personas corren para cumplir la tarea y evitar que les caiga otra “sutil sugerencia”, pero no sienten motivación genuina. La verdadera motivación es esa que te hace ir por un café: surge de un motor interno, un deseo profundo que nos impulsa a crecer y hacer lo que deseamos.

La clave está en la Empatía

En un webcast de Gallup -"Empathy: How to Feel More Energized at Work"-, se discutió cómo los líderes con empatía pueden transformar sus equipos. El secreto no está en los látigos, ni en los bonos (ni en los mats de yoga inoportunos), sino en algo más fundamental: escuchar y actuar.

  • Sentirse escuchado y respetado

Las personas motivadas se sienten valoradas porque saben que su voz importa.

  • Apoyo proactivo

En lugar de forzar clases de mindfulness un sábado a las 7AM, identificar el estrés o agotamiento a tiempo y ofrecer recursos cuando corresponde, refuerza la confianza del equipo.

  • Comprender las necesidades

Conectar profundamente con las emociones y necesidades de los trabajadores mejora la productividad. La causa del desgano puede deberse a la falta de recursos o de claridad.

  • Inspirar y motivar

Reconocer los altos y bajos emocionales del equipo genera una sensación de apreciación que fomenta la motivación genuina.

  • Desarrollo y crecimiento

La inversión en capacitaciones, las reuniones regulares y el feedback constante son clave para el crecimiento personal y profesional de cada miembro de una organización.

La motivación real nace desde adentro y los #ChangeMakers lo sabemos.

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Caro.